caracteriza por una intolerancia a una proteína llamada gluten, que se encuentra presente en los cereales (trigo, avena, cebada o centeno).
Es la enfermedad intestinal crónica más frecuente, aproximadamente el 1% dela población tiene celiaquía.
La frecuencia con que se presenta es aproximadamente de 1 de cada 200/300 nacidos, y aproximadamente el 85% de los enfermos están sin diagnosticar.
Afecta tanto a niños como a adultos, sin embargo, los síntomas pueden ser diferentes entre ambos.
El desarrollo de esta enfermedad se debe tanto a factores ambientales, es decir, hay que ingerir el gluten, como a factores genéticos.
Los alimentos que ingerimos son sometidos a un proceso de digestión que degrada los alimentos para que estos puedan ser absorbidos. La absorción tiene lugar en el intestino delgado, y se produce gracias a unas vellosidades que recubren sus paredes.
Cuando un celíaco ingiere alimentos que contienen gluten, lo que ocurre es que se desencadena una reacción autoinmune en la cual las células del intestino son dañadas, lo que produce una agresión del revestimiento, es decir, las vellosidades se acortan.
Cuando la longitud de la vellosidad se reduce, la absorción se acorta, lo que tiene como consecuencia una mala nutrición.
Sin tratamiento, las personas afectadas sufren malnutrición y diversas enfermedades asociadas, pero no siempre se presentan síntomas por lo que puede pasar inadvertida durante un largo tiempo.
Los grupos más vulnerables son los lactantes y niños en estado de crecimiento.
No existe ningún tratamiento curativo para la enfermedad celíaca, sin embargo, los síntomas y problemas asociados desaparecen eliminado el gluten de la dieta.
Los síntomas más frecuentes son: pérdida de peso, pérdida de apetito, fatiga, náuseas, vómitos, diarrea, distensión abdominal, pérdida de masa muscular, retraso
del crecimiento, alteraciones del carácter (irritabilidad, apatía, introversión, tristeza), dolores abdominales, meteorismo, anemia por déficit de hierro resistentes
a tratamiento, etc.
Sin embargo, tanto en el niño como en el adulto, los síntomas pueden ser atípicos o estar ausentes, dificultando el diagnóstico.
Podemos diferenciar síntomas según la edad del paciente, es decir, hai síntomas que son más comunes dependiendo de la edad:
- Niños: apatía, tristeza, hipotonía muscular, distensión abdominal y anemia.
- Adolescentes: talla baja, anemia.
- Adultos: infertilidad, edemas y anemia.
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