viernes, 23 de diciembre de 2016

Demencia Senil

La demencia senil es un término que concentra la disminución del funcionamiento intelectual que interfiere en las funciones cotidianas y que afecta, de forma completa o parcial, a dos o más capacidades del paciente, como la memoria, el lenguaje, la percepción, el juicio o el razonamiento. La enfermedad de Alzheimer representa entre el 60 y el 80 por ciento de los casos de demencia. La demencia suele ocurrir a una edad avanzada, entendiendo ésta a partir de los 60 años. Por lo que el envejecimiento supone uno de los factores de riesgo más significativos. En la mayoría de los casos, la demencia es una enfermedad de carácter degenerativo y, por lo tanto, irreversible. Por ello, las funciones o capacidades que se pierdan no podrán volver a ser recuperadas por el paciente. Como excepción, existen algunas causas de la demencia que, si son detectadas a tiempo, pueden ser reversibles. Éstas son, por ejemplo, algunas lesiones cerebrales, tumores en el cerebro, cambios en los niveles de glucosa, calcio o sodio (en estos casos la demencia se considera de origen metabólico), o niveles bajos de vitamina B12 en sangre.

Las causas que pueden provocar la demencia son:

  • La enfermedad de Huntington: Trastorno en el que determinadas partes del cerebro se degeneran. Es una enfermedad que se transmite de padres a hijos.
  •  Lesiones cerebrales
  • Esclerosis múltiple: Enfermedad autoinmunitaria que afecta al cerebro y a la médula espinal. 
  • Parkinson: Afección en la que las células que ayudan a controlar el movimiento y la coordinación se van degenerando. La enfermedad provoca temblores y dificultad para moverse o andar. 
  • Parálisis supranuclear progresiva: Trastorno que provoca dificultad en el movimiento debido a un daño producido en las neuronas. 
  • Infecciones como sida, sífilis o la enfermedad de Lyme
Los síntomas de la demencia abarcan muchos aspectos de las funciones mentales del paciente. En términos generales, se puede ver afectado el comportamiento emocional o de la personalidad, el lenguaje, la memoria, la percepción y el pensamiento o juicio. Previamente a presentarse la enfermedad, la persona sufre un deterioro cognitivo leve (DCL) que incluye la dificultad para realizar varias tareas a la vez, para resolver problemas o para tomar decisiones. Además, dificulta el recuerdo de hechos o conversaciones recientes y la agilidad mental se ve disminuida. A medida que el trastorno empeora, los síntomas se agravan también y también pueden aparecer; pérdida de habilidades sociales y cambios de personalidad, lo cual lleva a comportamientos inapropiados en público y, a veces, agresivos; problemas a la hora de comunicarse, ya que el paciente presenta dificultad para recordar el nombre de objetos familiares. A esto se une la pérdida del sentido de la orientación por lo que la persona puede perderse con asiduidad y no encontrar objetos; aumento de la dificultad para memorizar o realizar actividades que requieran pensar; perdida de su capacidad de juicio y no es capaz de determinar la peligrosidad de sus acciones; se producen cambios en el patrón del sueño, lo que aumenta el riesgo de sufrir alucinaciones, delirios y es posible que este cuadro sintomático lleve a la depresión. En los casos más graves, los pacientes con demencia ya no son capaces de realizar actividades básicas, tales como comer, bañarse o vestirse. Es posible que sean incapaces de reconocer a familiares cercanos o de entender el lenguaje.

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