Nos referimos a Ictus cuando hablamos de una parada momentánea o definitiva de la llegada de sangre al cerebro, y con ello de oxígeno y nutrientes necesarios para el mantenimiento de su actividad. El ictus supone una de las principales causas de muerte en los países desarrollados después del cáncer. La restricción de paso de sangre al cerebro puede producirse en un período corto de tiempo sin dar lugar a infarto, o en una franja mayor produciendo daño a nivel cerebral y neuronal los cuales podrían ser irreversibles. Se considera ictus cuando produce muerte celular a nivel de la médula o el cerebro.

Por otro lado podemos diferenciar dos tipos de ictus:
- Ictus hemorrágico: Se produce por la rotura de una arteria a nivel cerebral la cual puede darse por dos motivos generalmente, en primer lugar puede producirse un traumatismo craneal que de lugar a la ruptura de una arteria por la falta de espacio por la inflamación, y en segundo lugar puede producirse por un alto grado de presión en una arteria intracraneal asociado a alguna enfermedad como una hipertensión. El aumento de presencia de líquido en el cráneo por la hemorragia produce un aumento de la presión craneal al cerebro.
- Ictus isquémico: se restringe el paso de sangre debido a la obstrucción de una arteria producida por un tumor, un coágulo o un taponamiento. Dentro de este tipo podemos diferenciar; Infarto cerebral cuando el tiempo de restricción es elevado y produce muerte del tejido cerebral o Ataque isquémico transitorio en el que el período de restricción es menor
Generalmente antes de que se produzca el ictus se observan una serie de señales que nos ayudan a prevenirlo y acudir al médico antes de que el proceso se desencadene y que en ocasiones son claves para salvar la vida y la función cerebral:
- Dificultad para hablar
- Pérdida del equilibrio al caminar o presencia de mareos
- Debilidad en un la cara, brazo o pierna de un lado del cuerpo.
- Desorientación repentina
- Dolor de cabeza
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